Arcoíris


Todas los días esperaba con ansiedad la noche para verla. Ella siempre salía a las doce de la noche cuando todo el vecindario dormía. Yo dejaba a mi mujer dormida sobre la cama, me levantaba sigilosamente para que no me interrumpa el espectáculo de verla pasar.
Ella siempre salía vestida de blanco o negro, con su cabello largo de color concho de vino y rizado. Su piel era tan blanca y delicada que una vez la toca el pétalo de una rosa que había por el camino y empezó a sangrar, ese día me puse muy triste por ella, que perdía una noche de diversión y yo una madrugada de ansiedad por verla sonreír a su regreso. Poseía un caminar elegante, su silueteo era tan femenino, que seducía en cada tambaleo de caderas.
Yo sabía que no era una mujer normal, porque tenía un encanto sobre natural. Verla, era como pintar un arcoíris sobre la noche, inesperado pero maravilloso, porque se robaba el espectáculo de cualquier estrella. Su rostro poseía un brillo que resaltaba en su fina boca llena de grandes dientes blancos.
Una noche mi mujer salió a cuidar a su hermana enferma, sabía que no iba a regresar hasta la mañana siguiente. Ese día salí, para verla pasar y esperar su regreso. En la espera mi mujer llegó tres pasos atrás de mi gran musa, mi esposa se adelanta para verla, las dos se miraron fijamente.
Mi esposa se llenó de odio al ver mi reflejo en su mirada parda, me sujeto por el cabello y me llevó hasta el baño. Mi esposa indignada con el cabello rojo sobre la mano me decía: ¿Por qué me has engañado tanto tiempo? ¿Por qué?. En ese momento sentí un empujón contra el espejo, alcance a ver el rostro de mi amada y decidí dejar toda mi vida a un lado y perderme entre su mirada.
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