El Sigi y la Muñeca



El Sigi, no es una persona, es un ser abstracto que divaga por las orillas de la playa, siempre ahogando cualquier pensamiento egoísta que le dejé el aura terrenal. Cada vez que contempla el agua, su espíritu se purifica, tratando de crear una conciencia más humana y justa, a diferencia de muchos hombres. El Sigi siempre se acercaba a las personas en forma de brisa para ayudarlas, aunque nadie se lo agradezca, a pesar de la injusticia y la maldad del ser humano, él jamás dejaba de soplar esperanzas de cambio.
Él jamás se identifico con las personas que caminaban ante su mirada, aunque también quería vivir el amor que veía entre ellos, él envidiaba la alegría mientras reprochaba su soledad, quería cuidar siempre de algo u alguien que lo ame tanto, como él estaba dispuesto a amar.
Un día sin saber qué hacer ante su tristeza, atraía a las olas a la orilla para ver si hablaba con ellas, pero sólo causo que la marea suba y que se golpee contra los peñascos. Se retiro a compartir con las personas que visitaban la playa, de repente su mirada se fijo en un pequeño ser, que sonreía entre las manos de una niña, parecía ser una mujer más pequeña de lo normal. Él, todavía recuerda aquel 30 de octubre que fue la primera vez que cruzó la mirada con aquella mujercita, su impresión fue exorbitante, pues estaba condenado a vivir entre la clandestinidad, como una simple brisa que pasea por las orillas. Desde que la vio, la quería para él, la observaba desde la orilla, ella con indiferencia desviaba su mirada para poner en duda su interés, ella sabía que podía jugar un rato con él, mientras las miradas iban y venían sus almas ya se hablaban. La niña se acerco con la mini persona entre sus brazos y la sentó en la arena junto a la orilla, la pequeña quería construirle un castillo a su amiga. Sin dudarlo el Sigi se acercó rápidamente a conversar con ella, para preguntarle sobre su pequeña estatura, su nombre, ¿por qué ella podía verlo? y ¿por qué nunca habla con las otras personas?, todas estas cosas le cruzaban por su inquietante y descontrolada mente, mientras ella solo quería jugar, él quería saber todas estas cosas, ella se reía de sus preguntas y contestaba cada una de ellas, cuando Sigi preguntó ¿por qué no hablas con tu amiga?, ella le dijo, al igual que tú estoy condenada al silencio, a que ninguna persona me escuche o sienta una de mis emociones, al escuchar eso acompañado por una sonrisa irónica, él se perdía entre la orilla y los pensamientos de aquella muñeca, así pasaron varias semanas, aprovechando cada vez que la niña iba a construir el castillos, que Sigi soplaba para poder pasar más tiempo con su muñeca, aunque el cariño era grande, ninguno de los dos estaba preparado para dejar su vida por el otro, la muñeca no iba a dejar a su compañera ni el Sigi a su orilla.
Las vacaciones terminaron, ninguno de los dos pudo despedirse, pero la tristeza era desbordante. El tiempo pasó, el Sigi la recordaba pero también anhelaba conocer a otras muñeca que estén dispuesta a quedarse con él y a compartir su orilla, mientras su Muñeca paseaba por otros senderos y guardaba la esperanza de encontrar una brisa que la acompañe en cada paso, pero muchas brisas sólo querían envolverse en sus cabellos, cada vez extrañaba más a su Sigi y él por más que veía muñecas, rubias, morenas, flacas, gordas, grandes y pequeñas, ninguna tenía la sonrisa de su Muñeca, soñaba con soplar su cabello y hablar con ella, cada vez los sueños se rompían y las esperanzas desvanecían, hasta que un día un crucero se acerco a la orilla a desembarca. Estaban ahí otra vez la Muñeca y el Sigi, mientras contemplaba su sonrisa trataba de controlar su amor resignándose a vivir en su soledad y creyendo que jamás podrían obtener su amor, para ella la ilusión le creaba un corazón en aquel pecho vacio, pero esta vez el tiempo les jugó una mala pasada, adelantando la salida del crucero, mientras él comparaba sus recuerdos y tallaba en las piedras y en los caracoles la sonrisa de su amada. Ella al embarcase veía que la distancia se agrandaba y no sabía qué hacer, sentía cosas nuevas, mientras su sonrisa desaparecía, una voz le decía que salte, que busqué, que amé, ella no entendía que le sucedía y eran los latidos de su corazón que le decía a la Muñeca que luche por ese amor, para que pueda mantener siempre su sonrisa, ella sin dudarlo saltó dejando su libertad por amor, nadó sin parar, pues quería estar con su Sigi, pasaron días y días, pues sus pequeños brazos no podían hacer mucho, mientras que Sigi sin saber qué hacer con los recuerdos de aquella muñeca que había robado su alma, que lo transformó en smog, al verla, dudo de ella y la rechazó por haberlo dejado tan vacio, la muñeca sin saber qué hacer, se marcho por donde llegó, pero ahora con un corazón destruido, por el agua flotando conociendo la desilusión, mientras su sonrisa se apagaba, dejando en su boca el sabor de la amargura, estaba viviendo la tristeza y el desamor, del que tanto hablaban las personas que sufrían por amor.
Mientras el Sigi contemplaba desde la orilla como desaparecía su amada y como su alma se purificaba al verla, luchando por aquel amor, él reacciono ex abruptamente, decidiendo dejar a su orilla para rescatarla, mientras ella buscaba la muerte, entre una ola, que no tan solo mate su sonrisa si no, que acabe de una buena vez con aquel corazón, la ola la adentro a sus entrañas, su cabello flotaba y buscaba una forma de salvarla, mientras ella cerraba sus ojos, sobreviviendo con el poco oxigeno que le quedaba y que se escapaba en forma de burbujas, su lucidez se apagaba, pero el dolor de la desilusión en el pecho no cesaba, mientras que el corazón marchito dejaba un rastro rojo marcando un sendero en el agua, para que recuerden su paso por aquella playa, la muñeca dejaba estremecer su último suspiro entre las profundidades del mar, de repente un apretón en la cintura alerto a su corazón, pues su amado fue a rescatarla, ella se recostó en su pecho sentía como su vida convalecía entre los brazos de su amado y con su mirada triste le regalaba una sonrisa, aunque las olas golpeaban sus cuerpos, sus almas se juraban compañía eterna, pues los dos estaban seguros que cada uno estaba dispuesto a seguir al otro donde sea, así fuera desde caminar entre el egoísmos de las personas y dejar reposar su cuerpos en la arena mientras contemplan el brillo del sol o dejarse llevar por las profundidades del mar hasta poder volar en el gran cielo que se forma en la infinidad del océano...
Category: 0 comentarios

0 comentarios:

Publicar un comentario