Como toda buena hija llevo conmigo las mismas culpas de mi madre. Sí lo admito eh sido un demonio feminista, de esas con cara de inocentes. Algo que no he aprendido hasta este año es el poder dejar de hacerles daño a las personas que quiero, quise y espero no hacerlo a las personas que voy a querer.
Como toda buena hija llevo conmigo las mismas culpas de mi madre. Sí lo admito eh sido un demonio feminista, de esas con cara de inocentes. Algo que no he aprendido hasta este año es el poder dejar de hacerles daño a las personas que quiero, quise y espero no hacerlo a las personas que voy a querer.
En mis hojas grabo los vídeos de nuestra historia. Lloro clamo y gimo sobre ellos cada noche y me adormito en el dolor de la muerte. Trato de ver si me escuchas pero las paredes oscuras de mi habitación no dejan gritar a mi corazón. En las mañanas me levanto piso sin compasión a cada una de las hojas escritas, pero cada vocal pisoteada es como aquel ceviche ácido que hice una vez para ti.
Escribo y cuento cada noche para pagarte cada una de las caricias otorgadas y de repente una retumba en mi espalda, pero no estás tú y entonces termino cada cuento con un final triste. No puedo detenerme a describirte todo lo que pasa en mi mente; me conformo con verte en mis sueños y contarte pero a veces no termino porque la noche es corta para soñarte. Al despertar y escuchar a mi conciencia susurrar despacito todos tus besos, sólo me quedan las ganas de volverme acostar para llorar, pero mi orgullo calienta mis lágrimas y las evapora.
Es que me hizo vivir un cuento de hadas, donde el príncipe azul y el villano era él. Manda a mi peor enemigo, el silencio a que se acerque muy cauteloso a mi tímpano para gritar su nombre. Llega su nombre como un aullido de perro que anuncia la presencia de un espíritu y es la muerte que me acaricia las vertebras, burlándose de mi tormento. Me recuerda que no es la hora de mi muerte y que debo seguir sufriendo el tormento de su ausencia. La confronto, le grito, la amenazo, le vuelvo a rogar y le reclamo que se lleve mi alma y ella muy cínica me responde “yo llevo almas, no tormentos. De nada te sirve si igual en esta o en la otra vida morirás cada segundo que estés sin él”. Aunque no me gusté este tormento, pero me gusta molestarla con cada atento de autosuicidio que provoco, para terminar hablando de él. Mientras le adorno la frente de flores amarillas que se marchitan rápidamente.
Todos los que iban al extremo eran hombres mirando hacia afuera del bus, mientras las mujeres con bolsos tenían que estar paradas. Por suerte, se bajó el ciudadano al que me había arrimado. Entre mi me dije ¡Gracias Dios por esta oportunidad!, mis piernas se tranquilizaron al sentarme. Mi compañero de asiento sacudía su cabeza dándose de de golpes contra le ventana, mientras dormía y entre mí cuestionaba la actitud de los hombres. Es verdad como mujer rogamos la independencia, que se respeten nuestros derechos y todo. Pero lo cortés no quita lo valiente, eso no quiere decir señores que nosotros no nos gusta que nos traten como una dama. A los 2 minutos de estar sentada se sube una mujer joven de piel morena. No me percato de ella la vuelvo a ver parada dos asientos adelante y me asusto porque estaba alado de un caballo, perdón de un caballero apuntándolo con su enorme barriga de embarazada. Me asusto y le sedo el puesto, las otras féminas envidiosas porque ella se sentaba, en sus caras se pintaba xenofobia, pero no me importaba, somos mujeres y debemos apoyarnos. El carro pegó un frenazo y el tipo dormido se despierta y ve que ya no estoy a su lado y ahora es otra dama, el se asusta se le coloreo aquellas mejillas pálidas en color carmesí y enseguida me rogó que me sentara. Una risa burlesca nació desde mis piernas temblorosas de cansancio y le dije que siga nomas que él estaba más cansado que yo.
Las risas se sonaron por todo el bus, mientras los hombres agachaban sus cabezas u otros miraban hacía la ventana era la única forma de “ignorar la situación”. En mi mente pasó que los caballeros se han extinguido y ahora sólo nos quedan los caballos y no precisamente un Centauro, de la mitología griega sino que lo único que queda de los príncipes azules es el caballo. A esto le agrego que no sé si la culpa la tenemos nosotras de convertir a los caballeros en caballos o simplemente que ya sólo hay maricones en el camino de esta vida y que sólo me quedo con imaginar que los caballeros no agarran autos sino que siguen a pie.