Guaguas de pan


Nahuelquin (generación de tigres)
Kuyay (amor)
Wañuy (muerte)
Mayua (Lila morada)
Wama (Halcón)
Mana (malditos)
KAN (hijo)
Inti (Sol)
Asyaq (demonio) Uma (aire)
Waynas (amantes)
Tonga (lunch)

¡Maldito blanco!... mató a mi único hijo. Exclamaba el gran Chamán, mientras contaba la historia a los demás indígenas reunidos. Transmitiendo su odio y su sufrimiento, mientras quemaba cada uno de los santos que remplazaban a la gran Pachamama. Nadie había visto a un viejo llorar y menos a uno de losNahuelqui. Así empezó la historia el chamán:
Los blancos no son dioses como pensábamos, porque ni su Dios ni ellos tienen el derecho de cambiar kuyay por wañuy. Si ese blanco de Santiago no se hubiera fijado en la Mayua, mi Wama siguiera desplegando sus alas.
Mi Wama era tan feliz, cada vez que veía a su Mayua, ellos crecieron juntos, libres como el viento. Hasta que llegaron esos mana blancos a explotarnos, a tomar a nuestras mujeres, a castigarnos. En nombre de su Jesús, destruyeron a nuestros dioses, mataron a nuestro rey Atahualpa y ahora matan a mi ¡KAN!…
El kuyay entre la Mayuay y mi Wama crecía hasta llegar al Int, hasta que el asyaq del Santiago, llegó a expúlsanos de nuestras tierras y esclavizó a la familia de la Mayuay. El asyaq arrancó de la tierra a la pequeña violeta, impotente el gran Halcón quiso atacar al asyaq, pero este espantaba a la gran ave con fuego.
El Santiago trataba de llenarla de trapos finos, para conseguir el amor de aquella flor. EL cuerpo de la Mayuay se adaptaba a cada una de las prendas de seda que cubrían su cuerpo, pero ella quería ser libre como el uma y poder amar. Cada vez que Santiago se marchaba ella se despojaba de aquellos grilletes de seda que ataban su espíritu.
Dejaba de ser una flor para ser aquel aire, por donde se deslizaba el gran halcón, desplegando sus alas para atrapar la esencia del aire y volar juntos uno encima del otro hasta llegar a la punta del inti. Viajaban entre los olores del amor y la llovizna de la pasión, hasta que un día la luna negra cubrió de dolor sus cuerpos.
Llegó pues el asyaq guiado por los senderos tenebrosos. En su jardín no halló a su violeta cautiva, las demás hermanas indias fueron obligadas a contar donde estaba aquella florecilla… Todas en un solo grito desgarrador, gritaron, está en la choza del Wama. Se armó para destruir aquel kuyay prohibido.
Este trágico encuentro fue guiado por los espíritus malignos. Fueron tomados prisioneros y maltratados, el disque día de los santos de los cristianos, pero ninguna fuerza divina pudo detener aquella masacre.
La florecilla se marchitó bajo la sombra de la luna negra, dejando sólo en su piel, un color morado como la sotana de aquellos sacerdotes que destruyen a nuestros dioses y que nos prohíben adorar a nuestra Pachamama.
El halcón con su último aliento, tomó en sus alas aquella florecilla para prender el vuelo al infinito. Yo cada dos de noviembre bajaba de la montaña, para enseñar a mi hijo los remedios que nos da la tierra y a darles ofrendas a los padres tigres de la cual nuestra sangre desciende.
En lugar de celebrar a nuestro pasado, me encuentro con un presente desgarrador, al ver a los waynas rodeados de wañuy. Arrastre a los waynas a la punta de la montaña, para que estos guaguas siempre estén juntos bajo la luz del cielo estrellado, lejos de una tierra esclava y puedan volar con su almas libres.
Desde aquel día subo a la montaña a celebrar con ellos la dicha del amor, para no estar sólo, labro unos muñequitos de harina dulce, tratando de entallar el cuerpo de Maywa y enmarcando la robustez del Wama, los pongo juntos con las manos entrelazadas, los pongo en el fuego de la pasión, mientras preparo una mazamorra de las frutas más deliciosas, para deleitarme del sabor que tenían estos dos amantes. Yo sé que para este tiempo, hasta la Pachamama le rinde culto a Maywa, pues sale de ella un maíz morado, que envuelve a las frutas en un delicioso sabor.
Subo con mi tonga hasta la punta del cerro, donde el Inti brilla, resplandeciendo e iluminado a los guaguas de pan, haciendo un juego de luces y colores, que claramente se los puede ver sonriendo en aquella maza, cada vez que les sirvo su colada morada.
Ellos alzan su vasitos y yo brindo no porque ellos estén muertos, sino que ellos están juntos y pueden amarse libremente en el resplandor del Inti, derramando en cada rayo de luz, una gota de amor y esperanza de ser libres, para este pueblo que sólo está maltratado y golpeado.
Mientras ellos rinde misa para sus santos ustedes me ven a mí quemándolos, pues ellos son unos demonios que oprimen y reprimen el pecho de nosotros los indígenas, mientas que la Pachamama nos recoge en el centro de su pecho para dejarnos ser libres.
Es así como los guaguas se quedan juntos paraditos disfrutando de su mazamorra que se endulza con la miel del amor, que brota incluso en medio de los avisperos de la conquista.

"Amapola"
Category: 1 comentarios

1 comentarios:

palmogala dijo...

Me encanta este cuento, sabes me gusta eso de se como espriritus libres, ser como el aire, yo creo que soyy como una guagua de pan, ahora que encontre la otra guagua de la cual tomaré su mano y quiero quedarme con ella paradito disfrutando de la mazmorra que se endulza con la miel del amor, te felcito por este cuento, es en serio cuanod te digo que eres la mejor escritora que conozco, te felicito por eso...

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