El rey sin bolas


“Estoy más perdido que un camino viejo, estoy más perdido que un conejo sin pellejo”… Sonaba esta melodía a modo de salsa, mientras las bielas se descongelaban con el calor del ambiente. Las miradas se dirigieron a nosotras y por un minuto se detuvo el tiempo. Todas las mesas estaban llenas y un grupo de hombres se retiró al vernos y nos dijo: Nos vamos porque estas niñas nos cohíben. La cosa empeoró cuando salió la canción Chiquitita en versión cumbia acentuando nuestra presencia.
Éramos dos mujeres, rodeada por aproximadamente por 80 manos y 40 cervezas, después de vernos, por unos 10 minutos, mientras estábamos sentadas refrescándonos con una cerveza observándolos. un tipo nos invito a su mesa. Nosotras lo vimos y lo aceptamos sin dudar, estábamos deseosas de que alguien nos enseñe a ¡agarrar bien el palo! ¡Sí! y todos sabían que iba a ser nuestra primera vez y querían ser nuestros maestros. Con mucho cuidado saludamos a todos y enseguida nos pusimos a su disposición, ellos decían y nosotros lo
hacíamos.
Enseguida dos hombres nos dieron a cada una su palo, estaban mojados, pero en ese momento lo más importante era la protección así que nos pusimos los guantes, por precaución. “Ustedes saben que más vale prevenir que lamentar”. Salió uno y dijo: “¡Agarre bien el palo!... Con sus tres dedos coja suavemente la punta, mientras la otra mano la coloca al extremo mi niña”, la mano debe estar bien atrás para que lo empuje con fuerza y pueda golpear las bolas.
“Debe empezar con la bola más pequeña porque todas están enumeradas y así ir metiéndolas hasta que llegue a la mayor. En mi primer intento sólo pude golpear una y luego llegó el Rey a explicarme que debo golpear las dos bolas o si no me sacaban y si veo que es imposible meterla por lo menos debó golpearla fuerte, para que mi amiga no pueda meterla. Ella de entrada golpeó a la mayor. Las risas retumbaron en el piso de madera, como siempre, la precocidad de mi amiga hizo que se olvidara de las bolas más pequeñas.

Era mi turno de nuevo, empecé primero a ubicarme alado de la mesa, a medir la distancia que hay entre las bolas, a calcular la fuerza con que tengo que empujar el palo, pero primero tenía que sondear el golpe, así que lo movía ligeramente con suaves movimientos hacía adelante y hacia atrás, mientras se dilataban mis dedos con la punta del palo, decidida a atacar, ajustes más mis dedos a la punta, para que vaya directo a golpear en el centro de la bola. Toque la primera bola y esta enérgicamente golpeó a la otra y sin dudarlo se movieron con fuerza, era una carrera de velocidad estaban las dos compitiendo por entrar al hueco, la bola negra se adelanto, pero se desvió en el camino, para irse a otro hueco. El camino entre el hueco y la bola blanca, estaba despejado, la bola ingreso a la oscuridad de su cavidad y así perderse dentro de su oscuridad. A ella le tocó la bola negra, la más fácil, así que de una la metió, pero de la emoción en su siguiente turno para meterla, ella no la pudo ni moverla.
La pica empezó entre ella y yo, queríamos demostrar quién era la mejor. Sin dudarlo empecé a ser más calculadora, pero tenía problemas con mi palo era muy largo, no sabía qué hacer, no tenia punta y de paso estaba meloso. Pedí que me pasen otro palo más pequeño, esta vez fui más metódica, calcule la distancia, me eché encima de la mesa, apunte muchas veces, para no perder mi objetivo y efectivamente la bola 7 iba como un militar en marcha, recto y con un solo objetivo en este caso meterse en su escondite y fue un tiro perfecto, me levante de un solo salto y miré a mi amiga y le grite: “toma, mira que la metí” Salté varios segundos de la emoción, la cual me duró poco porque la
siguiente no fue recta sino que le pegue bajo y esta salto fuera de la mesa, lo único que me dio pena es porque se me cayeron las dos bolas en el piso y empezaron a rodar por debajo de las mesas hasta estancarse en una mesa, el tipo más simpático agarro mis bolas y me las vino a dejar en la mano, lo único que pude hacer es ponerlas en su sitió y esperar que la vergüenza se me pase mientras me arrimaba a mi palo y acariciaba mi mejilla colorada con la punta. Debían sacarnos del juego pero como somos mujeres, se hicieron los locos y nos dejaron seguir jugando.
Muchos hombres al sentir nuestras miradas perdieron el tiró y por ende el dinero de la apuesta, ahí entendí porque el billar es cosa de hombres, porque las mujeres los distraemos, es difícil para los hombres hacer dos cosas al mismo tiempo y no porque el billar sea sólo cosa de machos…
demostramos que no todas las mujeres son maletas como yo, porque el último tiro de gracia lo dio mi amiga metiendo las tres últimas bolas seguidas y ganando la mesa a todos esos expertos del palo e incluso hasta el mismo “Rey”, lo llaman así porque siempre gana, pero esta vez, se quedó sin bolas que meter.
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1 comentarios:

Palmogala dijo...

que cague de risa, esto, el rey sin bolas jejeje

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